A principios de septiembre muchos se quedaron asombrados por el caso de la joven ucraniana que fue asesinada en el vagón de un tren en Charlotte, Estados Unidos. Más allá de lo cruel que fue cómo un ciudadano norteamericano le quitó la vida a puñaladas, lo increíble fue ver a otros pasajeros irse del lugar sin pensar en asistirla o en llamar a alguien para que lo hiciera. Literalmente es exactamente lo que está ocurriendo en nuestra sociedad contaminada por el discurso de odio del Presidente Javier Milei.
Las elecciones del pasado domingo 26 no fueron solamente unos resultados electorales más, es la muestra que a pocos les preocupa la quita de derechos en diferentes segmentos de la sociedad.
Cuando se habla que la juventud apoya a Milei, ¿significa que a esos chicos no los indigna ver a sus abuelos ser reprimidos en la plaza Dos Congresos todos los miércoles? ¿No les mueve el piso pensar que un adulto mayor tiene que elegir entre la medicación para la presión o comprar un poco de pan y manteca para alimentarse? No hay dudas de que no.
Mientras muchos pensamos que el tema de la Discapacidad es algo muy sensible, por ahí porque nos toca vivirlo a diario, para más del 40% del país es algo más que se ve por la TV, se escucha en la radio o lo leen en algún portal. No importa si la persona con esa condición es cercana o no, hoy se valora mucho más la estabilidad del dólar o los pasajes al exterior a bajo precio.
Ni hablar de la Educación Superior Pública o el estado del Hospital Garrahan. ¿Y el futuro del país? ¿No se construye con educación y futuros profesionales?
Lamentablemente Argentina se ha convertido en un país donde no importa el prójimo, pero no el vecino de la otra cuadra, ni siquiera tu abuelo, tu nieto, tu sobrino o alguien que creas que es cercano a tus afectos. Milei ha triunfado en ese sentido, la coyuntura de los habitantes de esta sociedad triste no va más allá del ombligo de cada uno.
